sexta-feira, 28 de outubro de 2011

A IMPORTÂNCIA DA LITERATURA INFANTIL REGIONAL


por Ronaldo Kotscho

A região de Loreto, na Amazônia Peruana, com sede em Iquitos, tem o dia 12 de junho como o dia da Literatura Regional da Criança, um exemplo que deveria ser seguido por nossos Estados e Municípios. Assim o nosso país terá um ponto de referência às atividades destinadas a reforçar a criação literária local e promoção da leitura nas diversas áreas regionais.

Escolhi um conto de autoria de um morador de Loreto, para exemplificar a importância da literatura regional:

Homens de água

Por Danilo Sanchez Lihón..

El principio

Al principio del mundo reinaba una tenue claridad. No había luna, ni sol, ni luceros. En lo alto se elevaba el cielo que en aquel tiempo era un árbol corpulento y gigantesco que cubría con su follaje la tierra.

Debajo de él se deslizaba tranquilo el río Ucayali.

A sus orillas vivía un Inca con su mujer. Su cabaña se alzaba en un paraje de tierra fértil que entraba en el río donde crecían papayos, pomarrosas, cedros y otros árboles que daban frutos abundantes.

Selva adentro vivían otros paisanos.

Una mañana la mujer del Inca se puso a lavar sobre una balsa amarrada a las playas del río, cuyas aguas en aquel tiempo eran límpidas y sin reflejos, salvo en los sitios en donde había remolinos..

La prenda

Cerca un bufeo colorado nadaba en las aguas azuladas, agitando sus deslumbrantes aletas. Aparecía en la superficie y luego se sumergía levantando chorros de espuma.

Mientras tanto la mujer torcía sus vestidos y los iba dejando sobre uno de los troncos.

De pronto, se dio cuenta que una des sus prendas ya no estaba en el madero donde la había puesto.

– Pero si aquí la dejé, decía buscándola por uno y otro lado.

En ningún sitio la encontró.

Pensó entonces que la había dejado mal puesta y posiblemente se había caído. Miró y se zambulló en las aguas.

Nada.

La prenda había desaparecido como por encanto.

Los sueños

Ese mismo día mientras dormía se apareció en sueños un joven hermoso que vestía de blanco. Lo llamó por su nombre que nunca había oído pero que al escucharlo le pareció su nombre verdadero:

– ¡Iwa!

– Se levantó llena de admiración.

– ¡Iwa! ¡Eres mía!

– ¡Quién eres tú y por qué dices eso! ¡Yo tengo marido! –Contestó ella desde su tarima.

La siguiente noche nuevamente el extraño repitió su nombre pero con más insistencia.

Entonces ella se enderezó en la cama y caminó hasta la puerta en donde él la esperaba. Allí conversaron largamente mientras su esposo dormía.

Otra noche ya platicaron a la orilla del río, bajo las pomarrosas, donde ella cedió a los requerimientos de amor que él le hacía.

Cuando se despidió vio que el joven poco a poco se introducía en el Ucayali y dando un salto se sumergía al fondo del río..

Las aguas

– ¡Tú me has mentido! ¡Tú eres el bufeo colorado! –Le dijo otro día.

– Tal vez su figura he tomado para conquistarte, –contestó el joven, sin vergüenza alguna.

– Tú robaste una prenda mía mientras lavaba en el río.

– Sólo con ella pude entrar en tu sueño.

Poco a poco él la fue animando a ingresar más y más al Ucayali hasta que una noche la arrastró consigo bajo las aguas.

La condujo por un valle donde había jardines, caminos, caseríos. Un mundo donde todo está invertido, los techos de las casas cuelgan de las paredes de caña y el árbol del cielo se mira hacia abajo sumergido.

Son las casas de las yacu-huarmi que viven para contemplarse en los espejos, sin percibir el paso del tiempo..

¿Dónde estás?

Ellas viven sin preocuparse en talar los árboles para hacer siembra, ni en abrir trochas para cazar, ni en labrar madera para fabricar flechas, canoas, arcos o cuchillos.

Iwa al poco tiempo regresó a su cabaña y se presentó en sueños a su marido.

– ¡Esposo! He venido a despedirme, el bufeo colorado me ha hechizado. El espíritu del río está dentro de mí.

Al escucharla él se levantó de donde dormía, con el rostro angustiado por mirarla, pero en la oscuridad nada veía.

– ¿Dónde estás? –Le habló él con voz quebrada.

– Estoy en tu sueño.

– Dime entonces cómo ir a buscarte.

– No puedes, –contestó ella. –El río es hondo y además sin orillas. ¡Adiós! –respondió ya desde lejos.

Él tendió las manos en la dirección en que oía su voz y lloró amargamente llamándola..

El olor a la tierra

Iwa vivía bajo el agua, en un valle en donde no hay principio ni término, viendo su reflejo cada vez más hermoso en los espejos, sin sentir ni dicha ni pena, entrando por mil puertas y no saliendo por ninguna.

Pero un día pudo salir a la superficie del río y nadar plácidamente bajo la tenue claridad del alba.

Mientras alzaba la cabeza y la volvía a sumergir, escuchó el rumor de las hojas a lo lejos, aspiró el olor de la madera y la fruta madura, el vaho de la tierra humedecida.

Entonces se atrevió a acercarse a las orillas.

Vio la tierra llana y florida.

Se acostumbró a salir cada tarde tomando la figura de un bufeo. Merodeaba las playas cercanas a su antigua cabaña, observando los quehaceres del Inca, su anterior compañero..

Irás muy lejos conmigo

Al anochecer seguía de lejos su canoa en donde aquel remaba pensativo.

Un día, acercándose con la mirada puesta en la nuca querida, pudo ver los cabellos crecidos que le caían detrás de las orejas, la curva de la espalda, sus manos encallecidas.

La sangre le golpeó con pasión las venas de la frente y sin poder resistir, alzando la cola volteó la canoa donde él iba y abrazando su cuerpo bajo el agua trató de llevarlo a los espacios bajo el agua donde vivía.

Pero el Inca era fuerte, luchando la hizo subir a la superficie, sacándola hasta tierra.

– ¡Quién eres!

– Tu esposa, –dijo ella.

La abrazó emocionado.

Entonces la convenció para internarse en la selva.

– Irás muy lejos conmigo. Así nos apartaremos del río..

Y salen a buscarla

Dejándolo todo se encaminaron selva adentro.

Anduvieron muchos días hasta dar con un lugar que les pareció distante y apacible.

Los espíritus del río esperaron vanamente el regreso de Iwa. Cuando la dieron por perdida, sus pupilas que antes eran cristalinas se tornaron turbias por la cólera.

Dijeron:

– Vamos a buscarla.

Las olas encolerizadas del Ucayali fueron saliendo a las playas y después cubriendo palmo a palmo la tierra colorada, los campos, los sembríos.

Lentamente iban cubriendo la selva.

Llegaron al borde de las casas y luego entraban en ellas.

Al ingresar a las viviendas de los nativos y tocar los objetos, éstos se iban convirtiendo en distintos animales y peces que ahora habitan en las aguas..

El árbol de lupuna

Las canastas de pajilla se tornaron en tortugas, taricayas y motelos.

Las flechas se hicieron anguilas.

De ollas y sartenes se desprendieron paiches, palometas y gamitanas.

De tambores y tinajas aparecían sachavacas y delfines.

De las canoas empezaron a mecerse los lagartos.

De las hamacas se deslizaron las boas marinas.

La gente que había en uno y otro sitio corría a treparse a los árboles.

Pero el río se acercaba hasta ellos y de los pies los jalaba hundiéndolos en su remolino.

Cuando vio a las aguas asomarse el Inca ordenó:

Subamos hacia el monte.

Allí crecía un árbol gigantesco de lupuna cuya copa no alcanzaba a ser vista desde la tierra y se perdía entre las nubes. A él se acercaron, pero pronto el río comenzó a lamer sus raíces.

La ascensión

Entonces decidieron subir. Primero lo hicieron a la rama más baja de donde vieron que el río se agitaba con más espanto y furia.

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